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domingo, 1 de mayo de 2011

Día 1 de Mayo. Día de los trabajadores.

Hay palabras que suenan tan ciertas ahora como hace 125 años: "Mientras unos amontonan millones otros caen en la degradación y la miseria, así como el agua y aire son libres para todos, así la tierra y las invenciones de los hombres de ciencias debes ser utilizados en beneficio de todos!! Vuestras leyes están en oposición con la naturaleza. Mediante ellas robaís a las masas del pueblo a la vida, a la libertad y al bienestar. No combato individualmente a los capitalistas, combato al sistema que produce esos privilegios. Mi mas ardiente deseo que trabajadores sepan quienes son sus enemigos y quienes sus amigos. Todo lo demás merece mi desprecio" (George Engel, fue un anarquista y sindicalista ejecutado mediante ahorcamiento en la Revuelta de Haymarket,junto con Albert Parsons, August Spies, y Adolph Fischer, los "martires de Chicago" en 1886)

martes, 6 de abril de 2010

¿COMO SE ATREVEN? (Artículo de opinión de D. Manuel Alcaraz, catedrático de de Derecho Constitucional de la UA)

La reciente censura de una exposición causa un bochorno que no es ajeno: es de todos, porque algo nos debe estar sucediendo para que pasen cosas así con impunidad. Es pertinente, pues, la pregunta sobre cómo se atreve el PP a ser tan desvergonzado, tan insensible a principios que son sustento de cualquier democracia. La respuesta es compleja y cualquier tentación de caricatura impediría comprender y prevenir situaciones similares. Razón de espacio obliga a sintetizar argumentos. Pero, a mi entender, lo que sucede obedece a tres causas íntimamente ligadas:
La confusión entre instituciones y partido se retroalimenta día a día y refuerza la soberbia
1.- El PP padece -y se beneficia- de una extraordinaria debilidad intelectual democrática. Dotado de una ideología de aluvión, en su ADN teórico se acumulan restos de tendencias autoritarias de la tradicional derecha española, una circunstancial ética de origen católico-conservador -que poco tiene que decir sobre los comportamientos públicos- y un liberalismo trivial: aplicable en economía o urbanismo, no es exigible si se trata de una concepción fuerte de los Derechos Fundamentales. Desde este punto de vista nada hay en su definición política que no pueda dejar de hacerse si es en beneficio propio. El único límite que conoce, si acaso, es el legal: un límite externo a las propias decisiones. Pero ninguna idea relativa a Derechos opera como un límite intrínseco a su acción política. En eso consiste ese actuar sin complejos del que presume de tanto en tanto el PP.
2.- El principio "todo poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente", opera aquí enérgicamente. No se trata de imaginar una corrupción del sistema que conduce a su negación absoluta: el PP no es golpista, le basta con una administración de lo cotidiano que desfigure los mecanismos constitucionales y estatutarios, hasta evitar que se ponga en cuestión su forma de ejercer el poder. Tantas victorias del PP, en tantas instituciones esenciales, ha mutado la política valenciana convirtiéndola en algo similar a un régimen en el que la confusión entre instituciones y partido se retroalimenta día a día. Y refuerzan la soberbia de los más soberbios.
3.- El PP ha pasado sin piedad a las instituciones plurales por su rodillo -todo hay que decirlo: ante la pasividad de la oposición y de la sociedad civil, que hasta anteayer no se han movilizado en defensa de los valores democráticos-. El primer resultado de ello es el incremento exponencial de la opacidad y la crisis de la democracia deliberativa: se han perdido, con el debate político, marcos de referencia de lo que es lícito e ilícito en el terreno de juego democrático. Frente a ello el PP difunde con eficacia la tesis de la "democracia plebiscitaria". Según ésta los ciudadanos otorgan, con su voto, cheques en blanco a los elegidos, que pueden -y deben- contar con amplísimos márgenes de decisión sin sometimiento real a control parlamentario o social. La idea de un Gobierno democrático autolimitado y que tiene como una de sus tareas esenciales la promoción de derechos se vuelve disfuncional y es sustituida por la de mando jerárquico, descontrolado y que, por su esencia, debe desprenderse de los condicionantes -sean opiniones o fotografías- considerados como obstáculos en su marcha triunfal. Y un poco de cursilísimo culto a la personalidad tampoco les viene mal...
Dicho lo cual: podemos y debemos enfadarnos, protestar y enviar mensajes por Facebook. Pero, ¿cómo se cambia esta dinámica? No, desde luego, sólo con enfados, protestas y ocurrencias. Ofrecer un marco alternativo, apreciable por el electorado, será la gran cuestión para las próximas elecciones.

jueves, 3 de diciembre de 2009

SE LO DEBEMOS (publicado el 26-9-2006)

Hace unas semanas tuve la oportunidad de leer un artículo de opinión de un colaborador de este periódico titulado “Amnesia histórica”. En éste su autor defendía que la nueva ley de la memoria histórica aprobada por el congreso de los diputados es inadecuada porque significa abrir viejas heridas de una guerra civil española en la que se produjo un terrible fifty-fifty que nadie debería satisfacer ni homenajear. Al leer este artículo me vi obligado a no ser hipócrita con mi forma de pensar y sentir, e intentar disentir de la argumentación de este artículo.

Soy joven, tengo 21 años, no viví la guerra, ni la dictadura, ni la transición. Y tuve la suerte de no contar con ningún familiar dentro de la contienda en ninguno de los dos bandos. La República y la Guerra Civil son dos temas que me fascinan; la lucha de la democracia y la libertad contra el fascismo y la injusticia. Por ello he intentado conocer cuales fueron y como transcurrieron los hechos de este “error” de la historia española, y por tanto, a pesar de no haber vivido esta parte nefasta de la historia de nuestro país, creo que estoy capacitado para poder afirmar en este momento que esta ley es necesaria.

Primero porque cómo se van abrir viejas heridas cuando estas nunca fueron cerradas; nuestra modélica transición a la democracia se olvidó de hacerlo con quienes 40 años antes habían luchado y muerto por ella. Cuando los rebeldes (su verdadero nombre antes de que los nazis los rebautizaran como nacionalistas por cuestión de imagen) ganaron la guerra, Franco tuvo la oportunidad de acabar con el sufrimiento de toda la población, harta de 3 años de hambre, sufrimiento y destrucción; y en cambio postergó la de la otra España 40 años más. Durante las cuatro décadas de la dictadura se homenajeó y glorificó a la figura del soldado nacional y a todo aquel que luchó contra la “amenaza marxista”, la patraña inventada por el director del golpe, el general Mola, para legitimarlo (curioso cuando al principio de la guerra el Partido Comunista Español apenas contaba con afiliados en comparación con otras fuerzas de izquierdas).

Antagónicamente, durante esos 40 años el régimen se encargó de castigar severamente a todo aquel que luchó por la libertad y defendió las ideas de la república –tuviera o no las manos manchadas de sangre– y de enterrar todo aquello por lo que lucharon y que ahora valoramos como el mejor tesoro de nuestra sociedad, la democracia. Actualmente, nadie dudará de que, desde que llegó la democracia, las cotas de libertad y de bienestar de nuestro país son inmensas en comparación con tiempos pasados; nadie dudaría en protestar y, si se diera el caso, en luchar si alguien quisiera arrebatarnos nuestra libertad. Durante 40 años ellos honraron a los suyos, no se olvidaron de ellos. ¿Por qué nosotros deberíamos olvidar y no honrar a quienes lucharon por lo que hoy valoramos tanto? Se lo debemos, pues aún hoy en día hay familias que no saben donde yacen sus familiares asesinados por la barbarie.

Alguien me respondería que fue una guerra, que en una guerra se cometen atrocidades por parte de los dos bandos, atrocidades que no se deberían homenajear, y estoy de acuerdo, pero el caso de nuestra guerra civil fue diferente. En España existía un gobierno legalmente establecido por el poder del pueblo, y al cual le fue trasgredida su legitimidad por los de siempre: el ejército, la iglesia, la aristocracia y los grandes empresarios y terratenientes. Aquellos que otra vez en la historia se mostraban como garantes del orden social cuando veían que sus intereses podían ser perjudicados para intentar equilibrar los inmensos desequilibrios de la sociedad española. La república lo intentó con la reforma agraria, del ejército y la nueva ley educativa, pero el egoísmo de los generales africanistas, del clero (que después de 70 años aún no ha pedido perdón por el apoyo al golpe y a 40 años de dictadura) y los caciques regionales impidió que se pudieran llevar a cabo. Algunos historiadores revisionistas dirán que fue la propia situación caótica de la República la que llevó al golpe, pero fueron los grupos de ultraderecha –como el partido político de Calvo Sotelo, Bloque Nacional que subvencionaba a los pistoleros de La Falange– quienes crearon la espiral de violencia con la colaboración, ignorante y también violenta, de los sindicatos de izquierdas, espiral deseada para crear la atmósfera de crispación necesaria para que el golpe tuviera apoyo.

En está guerra se produjeron atrocidades por parte de los dos bandos, pero jamás existió el famoso fifty-fifty. La utilización de violencia extrema entraba dentro del plan del golpe ideado por Mola como una pieza básica de éste; representaba el instrumento de terror necesario para amedrentar a las masas y encontrar la menor oposición al golpe. Los rebeldes asesinaron a miles de personas de una forma sistemática, metódica y fría. De esta forma cayeron fusiladas 200.000 personas desde el inicio de la guerra hasta siete años después de finalizada (en el campo de batalla se produjeron 125.000 muertes de los dos bandos durante toda la guerra). En el otro bando también se produjeron atrocidades, 25.000 fusilamientos y no olvidemos a las “checas”, pero en cambio el gobierno de la República las persiguió y las castigó dentro de sus límites. El gobierno de la República no patrocinó la violencia y quienes las cometieron fueron personas enloquecidas por los excepcionales sucesos que se estaban produciendo. No los estoy defendiendo, pero no hubieran llegado a esa situación si no se hubiera llevado a cabo el golpe y la posterior guerra.

A pesar de los malos momentos que por entonces podría estar pasando la República, era un sistema justo y legal, con un gobierno elegido legítimamente. Ningún golpe de estado ni ninguna guerra, pueden ser aceptados como necesarios. Todo, hasta la frontera más infranqueable, debe arreglarse mediante la razón y el diálogo y nunca mediante el uso de la fuerza; ésta no debería usarse jamás, ni siquiera como último recurso. Ellos lucharon por su libertad como nosotros lucharíamos por la nuestra. Ellos lucharon por nuestra libertad. Por ello, pienso que se lo debemos.