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domingo, 1 de mayo de 2011

Hessel y los valencianos (Francesc Michavila)

El acontecimiento literario del año en Francia ha sido la aparición de un opúsculo vibrante, como si estuviese escrito con el corazón. El pequeño libro, titulado Indignez-vous (Indignaos), consiste en un alegato de Stéphane Hessel, un viejo y sabio diplomático francés comprometido toda su vida con su país. Hessel tiene 93 años. La edad del autor resalta por el verbo apasionado que emplea, con el que no duda en golpear la conciencia conformista de los jóvenes.

'Indignaos' llama a la instauración de una verdadera democracia económica y social Hessel, en su obra, de la que en tres meses escasos ha vendido más de millón y medio de ejemplares, reclama los valores de la Resistencia, plenos de una vitalidad que contrasta con la indiferencia o la apatía de muchos ciudadanos actuales, ante los atropellos o las injusticias. En el texto, en el que plasma su compromiso vital, afirma su anhelo de "velar todos juntos para que nuestra sociedad siga siendo una sociedad de la que estemos orgullosos".

Lo compré en el bulevar Saint Michel de París, enfrente de los Jardines de Luxemburgo. Sentí intensa emoción al hacerlo. No pude resistir la tentación de comprar varias copias y, a modo de regalo, difundir sus ideas. A la salida de la librería pensé en mi tierra valenciana. Pensé en las numerosas razones que tienen los valencianos para indignarse. En mi interior se juntaron sentimientos y un impacto íntimo, una llamada a la conciencia. El motivo de la resistencia, dice el autor, es la indignación. La indignación emana de una voluntad de compromiso. "Os deseo a todos que tengáis vuestro motivo de indignación", proclama con solemnidad.

La llamada que realiza el libro es una reivindicación de los valores eternos. La instauración de una verdadera democracia económica y social. Hessel se indigna porque la distancia entre el poder adquisitivo de los ricos y los pobres jamás ha sido tan grande. "El justo reparto de las riquezas creadas por el mundo del trabajo", dice, debe primar sobre "el poder del dinero". Hessel pasa revista a la disponibilidad de los recursos energéticos, a la garantía que deben tener los ciudadanos de suficientes medios de subsistencia, al derecho a una instrucción más elevada, y concluye que el salario ha de ser la base de los derechos sociales.

Tras su lectura, no es difícil sentir el espíritu imbuido de la idea de que la peor de las actitudes es la indiferencia. Que es necesaria una reivindicación del optimismo, que quizá esta sea la hora de la insurrección pacífica, y quien busca motivos para indignarse los encontrará.

Soy valenciano por los 16 costados, al modo que decía Unamuno en una carta a Cándamo en 1900 sobre su condición de vasco, y siento a mi pueblo a través de todos mis poros. Así ha sido siempre en mi vida, y por eso me pregunto ahora: ¿cómo es posible el silencio resignado de un pueblo del que antes, en la adolescencia y la juventud, presumía ante mis amigos? De su historia me sentía orgulloso, y no había conversación en la que no hallase motivos para destacar mi origen. Ahora, frecuentemente, me callo. ¡La mansedumbre! ¡La docilidad! ¿Por qué esta conformidad ante las tropelías? ¿A qué viene esta resignación, que acepta los males como inevitables? ¿Es ello propio de los "valencianos de alegría", como nos llamaba Miguel Hernández en Vientos del pueblo?

La mala imagen que se percibe fuera de lo que acontece en la sociedad valenciana es constante. Noticias de corrupciones cotidianas. Escándalos que ocurren casi a diario. Personajes oscuros, negocios inconfesables, tramas indecentes de intereses. Ante ello, una gran parte de nuestro pueblo acepta el panorama como si fuese definitivo. Muchos miran hacia otro lado. ¿Tan baja es nuestra autoestima? Parece como si estuviésemos en el paraíso de la ignominia.

¿Por qué? ¿A cambio de qué este silencio? Los datos por los que se mide la situación de la sociedad y el estado de la economía no justifican ningún tipo de complicidad. El paro en la sociedad valenciana es superior a la media española, y la comparación evoluciona a peor. El nivel de formación es inferior. En valores relativos, la renta per cápita de los valencianos empeora. Parece como si fuésemos un pueblo insustancial, sin alma, al que nada le duele y todo le resbala. En pocos lugares, en pocas sociedades, podría tener tanta validez el alegato de Hessel como en nuestra amada tierra valenciana. Es como si estuviese hecho a propósito para los valencianos.

Indignarse es el primer paso que hay que dar para creer en un pueblo como proyecto colectivo, para avanzar por el camino que nos permita llegar a sentirnos orgullosos de cómo somos. Es la hora de la indignación para los valencianos. Indignación, sí; pasividad, no. Acaso sea también la hora de la insurrección pacífica, pues no somos un pueblo derrotado. Cierto es que de tanto conmemorar derrotas nos hemos acostumbrado a tenerlas permanentemente en la retina.

El valenciano es un pueblo con muchas virtudes. Ama la vida, es innovador, el arte y la música le definen. Le gusta viajar, es vitalista. Es festivo. Es laborioso. Es creativo. Por ello, y por otras muchas más razones, ha de ser consciente de sus valores, ufanarse de ellos y reivindicarlos permanentemente. Fuster le dio un proyecto de futuro, su pensamiento lo vertebraba; pero, si no es ese, que sea otro, pero que sea uno. Durante siglos el valenciano fue un pueblo de resistentes. ¿Qué complejo esconde ahora para no seguir siéndolo? Debe levantar ya la voz, y decir basta.

Valencianos: indignaos.

http://www.indignaos.com/

Francesc Michavila es catedrático de Matemática Aplicada y director de la Cátedra Unesco de Gestión y Política Universitaria de la Universidad Politécnica de Madrid.

martes, 6 de abril de 2010

¿COMO SE ATREVEN? (Artículo de opinión de D. Manuel Alcaraz, catedrático de de Derecho Constitucional de la UA)

La reciente censura de una exposición causa un bochorno que no es ajeno: es de todos, porque algo nos debe estar sucediendo para que pasen cosas así con impunidad. Es pertinente, pues, la pregunta sobre cómo se atreve el PP a ser tan desvergonzado, tan insensible a principios que son sustento de cualquier democracia. La respuesta es compleja y cualquier tentación de caricatura impediría comprender y prevenir situaciones similares. Razón de espacio obliga a sintetizar argumentos. Pero, a mi entender, lo que sucede obedece a tres causas íntimamente ligadas:
La confusión entre instituciones y partido se retroalimenta día a día y refuerza la soberbia
1.- El PP padece -y se beneficia- de una extraordinaria debilidad intelectual democrática. Dotado de una ideología de aluvión, en su ADN teórico se acumulan restos de tendencias autoritarias de la tradicional derecha española, una circunstancial ética de origen católico-conservador -que poco tiene que decir sobre los comportamientos públicos- y un liberalismo trivial: aplicable en economía o urbanismo, no es exigible si se trata de una concepción fuerte de los Derechos Fundamentales. Desde este punto de vista nada hay en su definición política que no pueda dejar de hacerse si es en beneficio propio. El único límite que conoce, si acaso, es el legal: un límite externo a las propias decisiones. Pero ninguna idea relativa a Derechos opera como un límite intrínseco a su acción política. En eso consiste ese actuar sin complejos del que presume de tanto en tanto el PP.
2.- El principio "todo poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente", opera aquí enérgicamente. No se trata de imaginar una corrupción del sistema que conduce a su negación absoluta: el PP no es golpista, le basta con una administración de lo cotidiano que desfigure los mecanismos constitucionales y estatutarios, hasta evitar que se ponga en cuestión su forma de ejercer el poder. Tantas victorias del PP, en tantas instituciones esenciales, ha mutado la política valenciana convirtiéndola en algo similar a un régimen en el que la confusión entre instituciones y partido se retroalimenta día a día. Y refuerzan la soberbia de los más soberbios.
3.- El PP ha pasado sin piedad a las instituciones plurales por su rodillo -todo hay que decirlo: ante la pasividad de la oposición y de la sociedad civil, que hasta anteayer no se han movilizado en defensa de los valores democráticos-. El primer resultado de ello es el incremento exponencial de la opacidad y la crisis de la democracia deliberativa: se han perdido, con el debate político, marcos de referencia de lo que es lícito e ilícito en el terreno de juego democrático. Frente a ello el PP difunde con eficacia la tesis de la "democracia plebiscitaria". Según ésta los ciudadanos otorgan, con su voto, cheques en blanco a los elegidos, que pueden -y deben- contar con amplísimos márgenes de decisión sin sometimiento real a control parlamentario o social. La idea de un Gobierno democrático autolimitado y que tiene como una de sus tareas esenciales la promoción de derechos se vuelve disfuncional y es sustituida por la de mando jerárquico, descontrolado y que, por su esencia, debe desprenderse de los condicionantes -sean opiniones o fotografías- considerados como obstáculos en su marcha triunfal. Y un poco de cursilísimo culto a la personalidad tampoco les viene mal...
Dicho lo cual: podemos y debemos enfadarnos, protestar y enviar mensajes por Facebook. Pero, ¿cómo se cambia esta dinámica? No, desde luego, sólo con enfados, protestas y ocurrencias. Ofrecer un marco alternativo, apreciable por el electorado, será la gran cuestión para las próximas elecciones.

viernes, 13 de noviembre de 2009

¿ADONDE VAMOS? (publicado el 17-11-09)

La semana pasada se levantaba ante mi con la noticia que mi amada Universidad de Alicante necesitaba pedir un préstamo de 12 millones de € para poder pagar las nominas de sus trabajadores. Esto es así porque el Consell no paga desde el 31 de Agosto los gastos corrientes que le corresponden de la UA y de las restantes universidades públicas valencianas.

Mi raciocinio no es capaz de comprender como es posible que en plena crisis económica internacional, con la variable “autóctona” de nuestro endeble modelo económico, el Consell sea capaz de marginar y debilitar a nuestro mayor creador de riqueza, la Universidad pública, donde 1 € invertido en educación se convierten en 1.45 € de generación de actividades económicas. Instrumento creador del pilar básico que le falta a nuestro modelo, el factor diferenciador de la Investigación, el Desarrollo y la Innovación, del que pecan nuestros sectores productivos y que no los hace competentes en relación a otras economías.

Esta noticia se une a otras últimas como que el Consell necesitará de la iniciativa privada para acabar la red TRAM de Alicante por la falta de financiación de la Consellería de Infraestructuras, o la noticia “casera” de que el juzgado de Villena tiene que utilizar parte de los aseos como archivo por la falta de medios materiales y espaciales acuciantes desde hace unos años, y en donde las quejas han sido respondidas por el Consell con un “no hay dinero”.

Lamentablemente todas esta noticias me alarman pero no me sorprenden. Desde hace unos años la oposición, el Sindic de Greuges, el Ministerio de Economía y los medios de comunicación denuncian el crecimiento exponencial de la deuda de la Generalitat Valenciana. Los datos son muy preocupantes: según un estudio del Instituto de estudios fiscales, la Comunidad Valenciana es la región de España con menos gasto por persona, 2.453 €, y con más deuda pública por habitante, 2.149 €. El sumatorio de las deudas de las Consellerias, RTVV, y de la empresas publicas como Ciegsa, Feria Valencia, o Parques Temáticos ascienden la deuda de la Comunitat a 24.343 millones de € al final de la actual legislatura. Prácticamente 25.000 millones de €, más de 4 billones de pesetas que deberemos pagar los valencianos en los próximos ¡35 años!, es decir, los próximos gobiernos de la Generalitat en las próximas 9 legislaturas deberán condicionar sus políticas a las actuaciones del Consell de los últimos 10 años. Bailes de cifras muy preocupantes que nos llevan a una mera y sencilla conclusión, ¡no hay dinero!

Y ¿porqué no hay dinero?, ahora aquí los seguidores intachables de las teorías y conspiranoias del PPCV gritarían al unísono que la culpa es de Zapatero, que no financia adecuadamente a la Comunidad Valenciana porque la margina al ser un bastión popular. Como ciudadano valenciano pienso que cuanto mayor sea la financiación de la Generalitat mejor para mis intereses y para los de mi tierra. Pero ustedes me están diciendo que el mayor agujero financiero de todas las comunidades de estado español, ni más ni menos que 25.000 millones de €, es culpa de la financiación deficitaria del gobierno central. Pues no señores, la respuesta al porqué no hay dinero en las arcas de la Generalitat Valenciana, radica en el modelo de grandes eventos y proyectos faraónicos practicado por el Consell en los últimos 14 años.

Terra Mítica, La ciudad de las Artes y las Ciencias, la Copa America, la Volvo Ocean Race, la visita del Papa, la Formula 1, el Master de Golf de Castellón, el Open de tenis de Valencia, y la lista sigue y sigue. Que crean riqueza y puesto de trabajo, si; que deben promocionarse en ocasiones este tipo de eventos y proyectos, estoy de acuerdo. Pero basar este modelo como mayor puntal de una política económica me parece ineficiente, injusto socialmente entre los ciudadanos de la Comunitat y profundamente irresponsable.

Ineficiente porque el coste oportunidad de estos eventos es insuficiente, es decir, la relación entre el coste real de estos y los beneficios obtenidos para la sociedad y los sectores productivos valencianos es pequeño. La eficiencia consiste en invertir en sectores que sabemos de antemano que nos van a dar una gran rentabilidad: la educación en todas sus fases y nuestros sectores productivos tradicionales, preparándolos y modernizándolos para poder competir en un siglo XXI con un mundo globalizado. Con los 60 millones de € que costo la Volvo ya se podría haber construido el Parque Tecnológico y Científico de la Universidad de Alicante, creando a corto, medio y largo plazo, muchísima más riqueza que las dos semanas en las que se celebro la salida de la Vuelta al mundo a vela. Eso es eficiencia.

Socialmente injusto entre los ciudadanos de la generalitat, porque este modelo es un gran instrumento cuya principal función consiste en el ensalzamiento del orgullo de los valencianos (algo que electoralmente le viene de lujo al PP pues la política es básicamente un elemento más emocional que racional), pero sin contenidos pragmáticos validos. Porque alguien me explique a mi en que mejora mi calidad de vida porque en Valencia se esta celebrando la Copa America. Por no reseñar que estos eventos suelen tener unos tintes elitistas que dejan fuera a la mayoría de la sociedad valenciana. Con los 345 millones de € que costo solamente el Palau de les arts de Reina Sofia de la Ciudad de la Artes y las Ciencias, se podrían haber construido 15 hospitales comarcales, 50 auditorios de pueblo, o por poner una referencia de mi Villena, 5 soterramientos de las vías del ferrocarril.

Y profundamente irresponsable, porque el Consell que encabeza Don Francisco Camps con este tipo de políticas está dejando a la Comunitat en una especie de burbuja que acabará explotando y que deberán arreglar otros. Pues incluso en este momento, en la situación actual que estamos viviendo, sigue enarbolando la bandera de los grandes eventos y proyectos faraónicos.

Ojala llegue el día en el que dicho “els valencians si forem negres votariem al Ku Klux Klan” no tenga sentido.

PD: tengo cierta curiosidad en presenciar como esta situación del Consell afecta a proyectos tan importantes para nuestra ciudad como el Museo de la ciudad, la Circunvalación sur-oeste, o la omnipresente y 100 % financiada, reforma de la Plaza de toros. Ojos Abiertos.